lunes, 27 de febrero de 2012

Reina

Si soy momentos seré una pausa, dijo un día mi corazón. Sonrió a sus anchas, se irguió al instante y sacudió su pequeña presencia. Tomé en mis manos sus expectativas y lloré mostrando las encías con una risa sincera, de esas que nos abaratan la culpa. Fue la segunda vez que nos vimos y también cuando aprendimos a disfrazarnos de hoja en blanco.

Pasé noches en mi rostro y mirando por mis ventanas, sintiendo el cómo ser otro en base a lo que no quiero de mí. Jugué con letras y palabras al ritmo de la risa de turno, marcando mis límites de acuerdo a las reglas que fui encontrando en el camino. Corrí por un amplio castillo cargado de ilusiones huecas y sin sentido, de cuentos que sin magia pecan de incomprensibles y de canciones que aún esperan a quien las lleve de la mano. Me conté las mejores historias que podré alguna vez imaginar.

Con cientos de escapes en mi cabeza puse los pies sobre la tierra. Encontré un laberinto hermoso en el que me puse cómodo y ahí vivo hace unos meses, esperando. Con el barro te di forma y una que otra inquietud, pero sigo buscando el nombre que pueda vestir tu sonrisa. Sé que te amo y acá estoy. Evitándote.

jueves, 16 de febrero de 2012

Reset

Jugué con las últimas luces a dibujar su timidez. Entre líneas oí sus risas sobre mis hombros, burlándose de mi insistencia y sabiendo que todo intento sería en vano. Encontré su sombra entre mis miedos, escapándose como de costumbre.

Tomé con la mano derecha una pluma y comencé a describirla, jugando a sacarla de mi mente y así poder reconocerla. Siempre tan bella, tan diferente, de ojos sinceros y con una de esas máscaras que contagian seguridad. Escribí sobre su rostro como si me contara un sueño y me posé sobre sus labios antes de nadar en tristes ojos; ese fue el momento exacto en que perdí el rumbo.

Enojado conmigo mismo y tras perfumar la frustración con algunas medidas de whisky, dejé el cuaderno en un rincón maldiciéndolo en voz muy baja. Dormí inventando palabras, con la loca idea de encontrar al menos una que supiera definirla. Capturé una imagen nueva sin sentir sabor a olvido y, casi sin querer, las letras comenzaron a derramarse. Desperté solo, perdido, abstemio de las caricias que se perdieron en la noche.

¿Será que mi memoria está fallando? Tiempo atrás, recuerdo haber cerrado los ojos y haberme dejado llevar por las curvas de su encanto. Usé mis manos como guía y lentamente dibujé el mapa que sólo un par de mis sentidos tuvieron la gracia de comprender. La volví arcilla y mi invento; fue muñeca y juguete de una realidad que hoy no existe más que en algunos silencios, de esos que aparecen por sorpresa y con el viento.

Ese día me di un consejo: no mezclar jamás la vida con los recuerdos, pues el precio de ser un necio será siempre una sonrisa intermitente. Tomé un fósforo y lo encendí, acercándolo a mi pasado. Cuidadosamente entregué el cuaderno y segundos más tarde lo vi consumirse, sin medir las consecuencias que Morfeo me ayudó a minimizar. Cuando el papel se vio cenizas, escuché sonar el timbre.

Limpié rápidamente la escena del crimen y abrí una ventana, pues el olor del humo se había impregnado en el ambiente. En tres saltos hice contacto con el picaporte y pregunté quién era. Sin recibir respuesta abrí la puerta y la vi, sonriendo.

Ahí estaba, mi hoja en blanco.

jueves, 9 de febrero de 2012

Son todas iguales

¿Por qué debía seguir esperando? A esa altura de la noche, la leve sospecha de que sería plantado por una mujer había comenzado a disfrazarse de certeza. Una a una recolecté las señales y supe que esa no iba a ser mi mejor noche, tal vez tampoco la siguiente e incluso que nada retomaría su curso normal hasta la semana próxima.

Busqué una moza con la mirada pero nadie se acercó a satisfacerme. Tomé una servilleta y sequé con ella las brillantes gotas de sudor que ya habían conquistado mi frente y tomado parte de mi rostro. Sonreí como si alguien me prestara atención, diciéndome por dentro «todo va a estar bien, en algún momento ella va a mostrar su cara tan bonita y todo será un mal recuerdo» como si eso ayudara.

Me puse de pie buscando oxígeno y quitar la molestia de los ojos de las personas del lugar sobre mis hombros. «Pobre estúpido» los oía pensar, «hace ya dos horas que está acá mirando el techo, encontrándose cada tanto con un mal trago y la constante ilusión de que todo se va a solucionar de alguna forma». Las caras de los habitués del lugar lo decían todo. Incluso los empleados parecían encontrar normal todo este ritual y nadie me dijo nada cuando con un grito lancé mi teléfono celular al piso, sin recoger los pedazos después de tomar asiento.

Treinta minutos antes había llegado al límite y decidí que sólo iba a esperar otra media hora a que el destino tirara para mi lado. Pero antes de llegar al horario establecido, unos ojos azules me hablaron desde el lugar que sigilosamente habían ocupado del otro lado de la mesa, invitándome a jugar. Si bien no andaba de buena racha con las mujeres, siempre tuve en claro que hay que saber arriesgarse en el momento justo y con las mejores cartas, poniendo en juego todas las fichas siempre que fuera necesario.

Y ahí estaba yo, como un estúpido, esperándola otra vez de pie. El croupier contó hasta tres antes de mostrar la última carta, muy diferente a la sonrisa de mi amada. La rubia de ojos grandes festejó y sus dos reyes la llenaron de alegría, dejando fuera de combate mi par de damas y mi esperanza, que golpeada y algo asustada ya estaba esperando en el estacionamiento, rogando por volver a casa. Necesitaba descansar, besar a mi mujer y abrazar a mis hijos. Acostarme algunas horas y soñar en paz, otra vez con ella.

Es hermoso despertar sabiendo que son todas iguales.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Amor

Bien. Si, la tomé. Sí, abrí las ventanas. No, no me olvido.

Sí, yo también.