miércoles, 2 de noviembre de 2011

Prólogo

Hace unos años, recuerdo haber ido al cine con una persona que apenas conocía.

La película no era buena, la persona poco interesante y el popcorn se nos estaba terminando. Cuando todo indicaba un final de noche agotador, una escena llamó mi atención.

El personaje principal se encontraba atado, situado en el medio de una habitación que parecía hecha íntegramente de espejos. Paredes, techo y puerta reflejaban su imagen en esa silla que tan mal aspecto tenía. Poco a poco fue volviéndose loco, invadido no sólo por su yo sino también por lo que más tarde entendí como ‘sus fantasmas’.

Todos tenemos fantasmas. A veces, cuando miramos detenidamente nuestro reflejo, alguno asoma para recordarnos que están ahí. Tal vez se trate de miedos, inquietudes o trampas de nuestra propia conciencia. Yo prefiero entenderlas como la materia prima necesaria para generar lo que luego puede ser una idea consistente.

Lo único que debemos hacer es prestar atención y no dejar que nos dominen. Entender lo que nos dicen y separar la mentira de una potencial verdad. Esquivar los ataques a nuestro bienestar mental para enfocarnos en aquellas cosas que nos sirven, aquellos consejos y advertencias que muy dentro nuestro siempre estuvieron presentes. No cualquiera puede oírse, pero la práctica lo puede todo.

Este es mi nueva casa de espejos. Cuando los fantasmas ya no me dejen en paz, voy a venir aquí para entender sus mensajes. Voy a intentar decodificarlos y traducirlos, quitándole pesas a mi conciencia.

Una idea que no llega al mundo no necesariamente muere, pero puede ser perjudicial. Nuestra mente es compleja y poderosa, pero puede saturarse.

Uno a uno iré soltando mis fantasmas y lo dejaré crecer, sabiendo que voy a maravillarme con las formas y colores que puedan adoptar.

Bienvenidos. No enloquezcan.

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