martes, 3 de enero de 2012

Buenos días

Cuando llegaron tus labios, el huracán y yo nos estábamos conociendo. Me explicó sus intenciones y me hizo olvidar todas las cosas que dejaba atrás, llevándome luego de paseo por un mundo que había tapado con cadenas.

Divagué para encontrarme conmigo y colgar mis preguntas al sol, pero tu sonrisa no hizo más que complicarme las cosas. Me obligó a destacarla en un mar de palabras necias y a seguir en el juego más divertido que pude presenciar en meses. La mañana siguiente, mi insomnio se amigó con tus palabras y, sin llegar nunca al empate, ambos logramos ganar.

Casi sin darme cuenta, la dulzura de tu voz se mezcló en mis canciones dándome en consecuencia ganas sin resolver. Ganas que en composé con los días se transformaron en deseos, para llegar al nivel de la fantasía y tocar a las puertas de un corazón confuso.

Con la voz, las manos temblando y una tarjeta gastada me enfrenté a mi peor enemigo sin vacilar. Casi diez horas medí al tiempo, desafiándolo con mis dudas y esquivándolo con mis sueños. Casi diez horas pude arrepentirme, pero eso nunca pasó: en el momento justo y sin pensarlo dos veces, me abrazaste.

Las letras se lucieron y te vistieron perfecta. Eras real y tan dulce como nunca sabrás mostrarlo, con ojos sinceros y una sonrisa que nadie debería borrar.

Fueron cuatro días hermosos donde cada caricia exploró un mundo y cada beso sembró calor sobre un campo de lo más sabroso. Ninguna situación fue un "adiós" y ningún silencio un "hasta luego".

A mi ritmo encontré el equilibrio y hoy te recuerdo como puedo, intentando entenderte mejor. No volviste a mis sueños y sé que no lo querés, pero entre mis musas siempre vas a destacar; con tu sonrisa, tus labios tan bellos y una luz escondida que tanto quiere contar, perfumaste mi almohada a la distancia contándome que te vas.

Cuando las noches son buenas y mi mente se pone a jugar, sigo planeando despertarte con la sonrisa en el mar.

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