Desperté al oír una melodía, amarga, que me secó la garganta y se llevó mi voz. En vano intenté pedir ayuda, pues cuando abrí la boca me fue imposible emitir algún sonido y noté además mi soledad. Busqué en una de las mochilas que cargaba en la espalda un poco de agua, pero no encontré más que unos trapos y algún instrumento de caza. Tomé un bolso que colgaba de mi hombro izquierdo tras ubicar la mochila en mi costado y, tras un leve esfuerzo por alcanzar uno de los fondos, di finalmente con una cantimplora. Me detuve a beber con rapidez y noté la hermosura del lugar en el que me encontraba.
Mis pies eran diminutos sobre el camino de piedra fría que había estado transitando vaya uno a saber durante cuánto tiempo. A un lado de éste se encontraba la montaña, inquebrantable, y del otro el paraíso. Un césped verde oscuro bordeaba las piedras del camino y las conectaba con una diminuta playa que se encontraba a una distancia no mayor a los veinte metros, tras una pendiente. El cielo se mostraba despejado y el agua, tan pura que lastimaba la vista de quien osara fijar los ojos en su superficie, unía el horizonte con una pequeña cascada que no dejaba de murmurar. La espuma que se generaba con la caída del agua era extrañamente espesa y en ocasiones alcanzaba la orilla, donde dibujaba sobre la arena y con timidez un mapa hacia algún otro paraíso, que parecía estar señalado con una pluma blanca de gran tamaño. Ésta llamó mi atención y me vi descendiendo por la pendiente a gran velocidad; hubiese dicho que nunca antes había visto una que se le asemeje, de no ser porque a mi alrededor, sobre la arena, podía contar un centenar de plumas idénticas. Unos cuatro metros más allá, casi en contacto con la marea, había un ángel.
Quise observarlo de lejos, pero su belleza me obligó a acercarme y caer de rodillas frente a él, quien se mostraba frágil y hermoso a la vez. Me miró con sus ojos de ensueño y una sonrisa incontenible se apoderó de mí. El niño alado, inmóvil debido a lo que parecía una herida grave en la espalda, no hizo más que devolverme el gesto. Lo besé y sentí cómo la tranquilidad caía sobre su cuerpo; se relajó poco a poco y tomó mi brazo izquierdo con una de sus manos. Mi corazón se llenó de alegría. Comencé a besar su mano con delicadeza y canté en voz baja, para que sólo me oyera él. Nos rodeó con sus enormes alas, cada una de la mitad de mi tamaño, tarareó algunas estrofas de mis tristes canciones de guerra y nos llenó de luz.
Puse sus manos sobre mi rostro, que estaba helado, y me derretí de alguna manera. Perdí la fuerza y me rompí de a poco, con la cara ardiendo; primero el cuello, se abrió mostrando un pozo oscuro que parecía no tener fondo, y luego mi brazo izquierdo se evaporó sin más. Las heridas del niño sanaron y éste logró incorporarse. Se apoyó en sus rodillas y manos, para luego ayudarse con las alas y ponerse de pie. Me observó por largo rato, se rió con fuerza e hizo temblar la playa con la voz, mientras yo veía cómo el fuego se apoderaba de mi cuerpo y avanzaba sobre mi pecho. Antes de que pudiera reaccionar, el monstruo se abalanzó sobre mí e intentó, a modo de burla violenta, besarme en la frente.
Con la mano derecha y un grito desgarrador lo alejé de mí unos pocos metros, suficientes para lograr ponerme de pie. Volvió a lanzarse y no pude evitar que mordiera el brazo que me quedaba. Caí de rodillas sin poder quitármelo de encima. Cuando el calor de su cuerpo había ya comenzado a deshacerse de mí, lo mordí en el cuello con el resto de mis fuerzas. Clavé mis dientes y me bañé de sangre, cerré la boca y tragué el resultado. Avancé por el cuello hacia el mentón y comí todo lo que tuve a mi alcance. Luego me ayudé con ambas manos, hasta devorarlo por completo. Me bañé en el agua cristalina y volví al rato, lleno de energías. Me vestí, tomé mis cosas, abrí las alas y escapé.
Alucinante.
ResponderEliminarMe emocioné y volé hasta quedarme sin palabras para seguir felicitándote eternamente
ResponderEliminarNo comprendo a quienes son capaces de sanar comiendo ángeles, pero el viaje ha sido tal que llegando al final, se le perdona.
ResponderEliminarLe felicito
Infernal. Te felicito.
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