Jugué con las últimas luces a dibujar su timidez. Entre líneas oí sus risas sobre mis hombros, burlándose de mi insistencia y sabiendo que todo intento sería en vano. Encontré su sombra entre mis miedos, escapándose como de costumbre.
Tomé con la mano derecha una pluma y comencé a describirla, jugando a sacarla de mi mente y así poder reconocerla. Siempre tan bella, tan diferente, de ojos sinceros y con una de esas máscaras que contagian seguridad. Escribí sobre su rostro como si me contara un sueño y me posé sobre sus labios antes de nadar en tristes ojos; ese fue el momento exacto en que perdí el rumbo.
Enojado conmigo mismo y tras perfumar la frustración con algunas medidas de whisky, dejé el cuaderno en un rincón maldiciéndolo en voz muy baja. Dormí inventando palabras, con la loca idea de encontrar al menos una que supiera definirla. Capturé una imagen nueva sin sentir sabor a olvido y, casi sin querer, las letras comenzaron a derramarse. Desperté solo, perdido, abstemio de las caricias que se perdieron en la noche.
¿Será que mi memoria está fallando? Tiempo atrás, recuerdo haber cerrado los ojos y haberme dejado llevar por las curvas de su encanto. Usé mis manos como guía y lentamente dibujé el mapa que sólo un par de mis sentidos tuvieron la gracia de comprender. La volví arcilla y mi invento; fue muñeca y juguete de una realidad que hoy no existe más que en algunos silencios, de esos que aparecen por sorpresa y con el viento.
Ese día me di un consejo: no mezclar jamás la vida con los recuerdos, pues el precio de ser un necio será siempre una sonrisa intermitente. Tomé un fósforo y lo encendí, acercándolo a mi pasado. Cuidadosamente entregué el cuaderno y segundos más tarde lo vi consumirse, sin medir las consecuencias que Morfeo me ayudó a minimizar. Cuando el papel se vio cenizas, escuché sonar el timbre.
Limpié rápidamente la escena del crimen y abrí una ventana, pues el olor del humo se había impregnado en el ambiente. En tres saltos hice contacto con el picaporte y pregunté quién era. Sin recibir respuesta abrí la puerta y la vi, sonriendo.
Ahí estaba, mi hoja en blanco.
Maravilloso.Hay muchas editoriales que te abririan las puertas encantadas.Todo es intentar..El talento es una magia que se desata por momentos.Malala
ResponderEliminarHermoso. Me quedo por capricho nomás con esto: "Fue muñeca y juguete de una realidad que hoy no existe más que en algunos silencios, de esos que aparecen por sorpresa y con el viento."
ResponderEliminarCosas de la vida.
Beso.
Muchísimas gracias Noelle, es un honor tenerte en estos pagos.
EliminarMomentos pendulares, lindo relato y muy bien contado y siempre en tus textos esa sensación de arena entre los dedos, de momentos frágiles, de tiempos sin relojes. Me gusta mucho leerte pero creo que redundo, porque lo más importante es que vos lo sabés. Venía de puño abierto y letra sincera a repetirlo. Un beso.
ResponderEliminarCuando leí este escrito, no imaginé la identidad del cuerpo que lo escribió y eso me dice que es mi preferido.
ResponderEliminarSiempre recuerdo a Boiy Casares “yo escribí para que me quisieran”.
Muy bueno! Más que muy bueno.
ResponderEliminarNo veo donde puedo suscribirme para recibir automáticamente los post. Estaría bueno...
Agregué los botones de suscripción. No sé si es exactamente lo que estás buscando, pero supongo que de todas formas suma. Agradezco mucho tus lecturas y tus comentarios, ¡de verdad dan ganas de seguir escribiendo!
EliminarUn abrazo.
Era lo que buscaba. Suma mucho. Gracias. Abrazo.
EliminarMuy buen relato, bien diagramado y final inesperado.
ResponderEliminarSaludos.
Lazurus Kiilyx.