jueves, 9 de febrero de 2012

Son todas iguales

¿Por qué debía seguir esperando? A esa altura de la noche, la leve sospecha de que sería plantado por una mujer había comenzado a disfrazarse de certeza. Una a una recolecté las señales y supe que esa no iba a ser mi mejor noche, tal vez tampoco la siguiente e incluso que nada retomaría su curso normal hasta la semana próxima.

Busqué una moza con la mirada pero nadie se acercó a satisfacerme. Tomé una servilleta y sequé con ella las brillantes gotas de sudor que ya habían conquistado mi frente y tomado parte de mi rostro. Sonreí como si alguien me prestara atención, diciéndome por dentro «todo va a estar bien, en algún momento ella va a mostrar su cara tan bonita y todo será un mal recuerdo» como si eso ayudara.

Me puse de pie buscando oxígeno y quitar la molestia de los ojos de las personas del lugar sobre mis hombros. «Pobre estúpido» los oía pensar, «hace ya dos horas que está acá mirando el techo, encontrándose cada tanto con un mal trago y la constante ilusión de que todo se va a solucionar de alguna forma». Las caras de los habitués del lugar lo decían todo. Incluso los empleados parecían encontrar normal todo este ritual y nadie me dijo nada cuando con un grito lancé mi teléfono celular al piso, sin recoger los pedazos después de tomar asiento.

Treinta minutos antes había llegado al límite y decidí que sólo iba a esperar otra media hora a que el destino tirara para mi lado. Pero antes de llegar al horario establecido, unos ojos azules me hablaron desde el lugar que sigilosamente habían ocupado del otro lado de la mesa, invitándome a jugar. Si bien no andaba de buena racha con las mujeres, siempre tuve en claro que hay que saber arriesgarse en el momento justo y con las mejores cartas, poniendo en juego todas las fichas siempre que fuera necesario.

Y ahí estaba yo, como un estúpido, esperándola otra vez de pie. El croupier contó hasta tres antes de mostrar la última carta, muy diferente a la sonrisa de mi amada. La rubia de ojos grandes festejó y sus dos reyes la llenaron de alegría, dejando fuera de combate mi par de damas y mi esperanza, que golpeada y algo asustada ya estaba esperando en el estacionamiento, rogando por volver a casa. Necesitaba descansar, besar a mi mujer y abrazar a mis hijos. Acostarme algunas horas y soñar en paz, otra vez con ella.

Es hermoso despertar sabiendo que son todas iguales.

4 comentarios:

  1. Iguales a vos... siempre que no te duela y te compadezcas, es harto divertido escuchar tu relato, rebotando inconsciente.
    Anonymous te robó la cara de joker.
    Gracias. ABrazo.

    ResponderEliminar
  2. La humanidad es un poco asquerosa.
    Y uno un, un idiota esperanzado.

    ResponderEliminar
  3. Es hermoso irse a dormir pensando que hay una diferente. Me gusta tu ritmo, me gusta leerte, te dejo un abrazo.

    ResponderEliminar